Fundación Eric Abidal

El 10 del Barça colabora con la
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Madrid, Milán y San Sebastián, tres salidas complicadas, si bien el Barça no se jugaba nada en Italia, de seguro que fue un partido muy importante para jugadores muy poco habituales en las alienaciones de Valverde.

Centrándonos en los partidos de liga, vimos a un Barcelona más serio, con mejor actitud, más metido en el partido e incluso con rachas de buen fútbol. También, vimos a un equipo que cede el control al rival durante mucho tiempo, más de lo que a los aficionados culés nos puede gustar, sobre todo en los primeros minutos del partido y en los finales. Minutos que los rivales siempre tienen un punto de aceleración, en los primeros minutos por aun estar frescos y con fuerzas y en los minutos finales, porque el Barça no ha controlado el partido y los ha dejado vivos y eso en canchas rivales, con aficionados animando a los suyos, da al rival un punto de energía, que seguramente no tendrían con un Barcelona con el partido controlado.

El juego de los azulgranas cuando tienen la pelota es muy directo, que no es malo, pero tiene sus desventajas y muy claras. La más evidente es que tienen el balón menos tiempo de lo que lo solía tener en temporadas pasadas, hay veces que eso se traduce en un par o tres goles en menos de 7 minutos, pero en otras tantas se traduce en perdidas de balón o disparos que se van lejos de la portería, no se ha pensado bien la jugada, se ha jugado con demasiado impaciencia, como si al partido le quedase nada para terminar y se tuviera que marcar. Además, que el tiempo que los jugadores del Barça se pasan presionando e intentando recuperar la pelota es mayor, es por eso que para no gastar tantas energías prefieren esperar atrás, con el peligro que eso conlleva.

Contra el Atlético nos salvó Ter Stegen, pero contra la Real Sociedad, no hubo tal salvadas, y se empató un partido que parecía ganado y que por poco se pierde. Un partido que la Real dominaba, si bien no tenía claras ocasiones de gol, y el Barça se encontraba a gusto atrás, esperando su hora de meter el 1-3. Pero, aunque el rival no asuste, si tiene la pelota puede marcar, y lo hizo, y esos minutos finales, en los que el Barça suele acaba por rematarlos, se transformaron en un suplicio en los que los aficionados culés mirábamos más los minutos que quedaban que no la pelota.

 

Diego Barbosa

Colaborador

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